No quiero trabajo para mí, pero sí para mis hijos o nietos: Marcelino Bacasegua
Serán las nuevas generaciones de indígenas las beneficiadas con la creación de empleo durante el proceso de construcción de la planta de fertilizantes en Topolobampo, y es a lo que le apuestan los mayores de la comunidad de Carricito, enclavado en el municipio de Ahome. “Ya no quiero trabajo para mí, pero sí para mis hijos o mis nietos, porque son ellos los que se podrán beneficiar del proyecto, porque la pesca artesanal no les da ya ni para comer”, dijo Marcelino Bacasegua Ibáñez, quien es pescador “a remo” porque no tienen motor para su panga, como ocurre con la mayoría de los pescadores indígenas.
Los indígenas de Carricito, pero que viven en la concentración Lázaro Cárdenas desde hace unos 42 años porque allí fueron reubicados para dotarles de servicios públicos básicos, tienen cifradas sus esperanzas en la planta de fertilizantes de GPO para que haya oportunidades de empleo para sus descendientes.
La mayoría de los pescadores indígenas se dedican a la captura de jaiba y otras especies, pero lo hacen a fuerza de pulmón, afirma José Ángel Montaño Elenes.
Sus embarcaciones son rudimentarias y no cuentan con motores, lo cual dificulta aún más su ya de por si precaria situación. Pescan para sobrevivir. Las capturas apenas les alcanzan para mal alimentarse. No se benefician comercialmente de esta actividad. Los ingresos escasean porque su limitado equipamiento no les permite capturas más allá de lo mínimamente necesario para llevar algo de comer a sus casas y vender lo poco que pescan.
Carricito, de donde salieron un día para concentrarse en Lázaro Cárdenas, comunidad en formación en aquellos tiempos, durante el gobierno de Alfonso G. Calderón en Sinaloa y de Óscar Aguilar Pereira como alcalde de Ahome, está a unos cinco kilómetros y medio, aproximadamente. Esa distancia la recorren a pie o en bicicleta, ocasionalmente en auto o camioneta por un camino por demás escabroso.