Muchas de las estatuas pertenecientes a esta antigua civilización tienen algo en común: no tienen nariz. Se podría pensar que esto es debido al desgaste por la antigüedad de las piezas, o que simplemente están dañadas o afectadas por la erosión. Sin embargo, estas estatuas poseen las narices rotas porque gran parte de la población del Antiguo Egipto creía que las estatuas tenían una fuerza vital. Los egipcios otorgaban a las imágenes gran poder, creían que la esencia de una deidad podía habitar en una imagen que la representaba.
Por esto se llegó a la conclusión que, para ellos la mejor manera de acabar con el poder y fuerza vital de estas imágenes “enemigas” era rompiendo la nariz de la estatua, vía por la que se respira y por la que se conserva la vida. La creencia de que las estatuas tenían una fuerza vital estaba tan extendida que estimuló a diferentes creyentes antagonistas a extinguir esta fuerza cuando fuera necesario. Por esta razón, muchas de las estatuas egipcias ya no tienen nariz.