Después de más de cincuenta años, en 1901 se logró la primera versión exitosa del café instantáneo, como lo conocemos hoy. El inventor fue un científico japonés de nombre Sartori Kato, que aplicó el mismo procedimiento que había empleado con el té para liofilizar el café sin que perdiera sabor y aroma. Sin embargo, los primeros que fabricaron el café instantáneo en cantidades industriales fueron los norteamericanos en 1910, en concreto un tal George Washington (que no tenía absolutamente nada que ver con el primer presidente de los Estados Unidos). Pero se llevó una gran decepción, pues su producto fue rechazado por el público debido a que no agradaba su sabor.
Fue Nestlé, finalmente en 1938, dio con un sistema de deshidratación del café que no alterara el sabor del café habitual. Gracias a Nestlé, que desarrolló su café soluble Nescafé, los soldados estadounidenses pudieron tomar café en sus puestos de combate durante la II Guerra Mundial. La adaptación industrial del proceso de liofilización se produjo en los años sesenta, y hasta hoy, las bases para procesar el café y convertirlo en una fórmula soluble, han sido, en esencia, las mismas.