Como sabemos, un año bisiesto tiene un día extra en el calendario, es decir que en lugar de tener 365 días, tiene 366. La práctica de incluir un día más empieza con la invención del calendario juliano y un decreto del emperador romano Julio César, quien le pidió al astrónomo Sosígenes que le ayudara a crear una alternativa al calendario más apegada a la realidad y a la rotación de la Tierra, pues se descubrió que el calendario romano no estaba del todo alineado con el año solar. Sin embargo, el calendario de Julio César contaba con un error importante, pues a pesar de incluir un día cada cuatro años, seguía durando más de lo debido, es decir, 11 minutos y 14 segundos más.
Para solucionar este problema, el papa Gregorio XIII, asesorado por el astrónomo jesuita Christopher Clavius, crea el calendario gregoriano, hace saltar 10 días del mes de octubre de 1582 para ajustar el desfase solar y establece el 29 de febrero como el día oficial a incluir durante un año bisiesto, acuñando el término y creando las normas para anexar el mismo, con el objetivo de dar por finalizado el ajuste por desfase de horas. Para que este desajuste no volviera a producirse, se creó un sistema de excepciones a los años bisiestos: No serán años bisiestos los que sean múltiplos de 100, excepto si también lo son de 400. Por esta razón no fueron bisiestos el año 1800 ni 1900, pero sí el año 2000. Recordemos que nuestro planeta no solamente tarda 365 días en dar una vuelta al Sol sobre su órbita como algunos piensan, sino 5 horas, 48 minutos y 56 segundos más.