Lo que antes requería planificación, mapas y recomendaciones confiables, hoy se decide con un par de clics y una dosis de viralidad. TikTok, la plataforma de videos cortos que comenzó como un espacio para entretenimiento ligero, se ha convertido en la nueva brújula del turismo global, y ya no apunta al norte, sino al algoritmo. Un simple video de 15 segundos puede cambiar el destino de un lugar entero, basta con que un usuario muestre una playa escondida, una cafetería con decoración peculiar o una cascada remota para que, en cuestión de días, cientos o incluso miles de turistas lleguen al sitio buscando replicar la imagen perfecta. Lo que alguna vez fue considerado “secreto”, se convierte rápidamente en un destino masificado y saturado.
Este fenómeno, bautizado por expertos como “turistificación viral”, está alterando profundamente la forma en que las personas viajan y cómo los lugares reciben a sus visitantes. A diferencia del turismo tradicional, que solía nutrirse de guías impresas, agencias de viajes o recomendaciones personales, hoy el algoritmo de TikTok dirige los flujos turísticos de forma impredecible y muchas veces insostenible. “Es un nuevo tipo de turismo instantáneo, impulsado por la estética y el deseo de reconocimiento en redes sociales”, explica Laura González, socióloga especializada en cultura digital.

“El problema es que los lugares no están preparados para este tipo de exposición masiva y repentina”.
Las consecuencias ya se sienten en distintos rincones del mundo; Pueblos pequeños, parques naturales y negocios locales han reportado aumentos abruptos en el número de visitantes, lo que a menudo deriva en daños medioambientales, sobrecarga de infraestructuras y pérdida de identidad comunitaria. En algunos casos, los residentes han pedido que sus lugares “virales” sean retirados de plataformas digitales. El caso de Vernazza, una localidad italiana de las Cinque Terre, es paradigmático: tras aparecer en varios videos virales, su número de visitantes se duplicó en un verano, colapsando los servicios básicos. Algo similar ocurrió en una cafetería escondida en Ciudad de México que se volvió viral por su “aesthetic”, generando largas filas y molestias para los vecinos.
Este nuevo turismo, dictado por lo que “se ve bien en pantalla”, plantea interrogantes urgentes: ¿quién regula la exposición digital de un lugar? ¿Cómo se protege a las comunidades locales de los efectos colaterales de la fama en redes? Y, sobre todo, ¿puede el turismo encontrar un equilibrio entre visibilidad y sostenibilidad?
Mientras las respuestas llegan, una cosa parece segura, si no está en TikTok, muchos se preguntan si realmente vale la pena visitarlo.