Claudia Sheinbaum asume el cargo como presidenta de México, convirtiéndose en la primera mujer y la primera persona judía en alcanzar este cargo en la historia del país. Exlíder del gobierno de la Ciudad de México y científica, Sheinbaum ganó las elecciones de manera contundente en junio, sucediendo a Andrés Manuel López Obrador. A pesar de que su triunfo es visto como una continuidad del proyecto de su mentor, también afronta importantes retos, como la creciente inseguridad y un considerable déficit económico, además de críticas por su enfoque hacia las manifestaciones feministas.
Durante su mandato en la capital, Sheinbaum impulsó medidas para reducir la violencia de género, incluyendo la creación de una fiscalía especializada en feminicidios, logrando disminuir significativamente las muertes violentas de mujeres. Sin embargo, su relación con los movimientos feministas ha sido ambivalente, ya que, aunque ha apoyado algunas causas, también ha descalificado protestas por derechos de las mujeres, siendo acusada de una respuesta represiva frente a las manifestantes.
A nivel personal, Sheinbaum se caracteriza por su disciplina y enfoque tecnocrático, en contraste con el carisma de López Obrador. A lo largo de su carrera, ha implementado estrategias más pragmáticas, como la inversión en la policía e inteligencia para enfrentar la delincuencia, mientras su predecesor prefería apoyarse en las fuerzas armadas. Aunque algunos temen que su gobierno sea una extensión de las políticas de López Obrador, Sheinbaum ha mostrado diferencias en ciertos aspectos, como su respuesta a la pandemia, donde priorizó las pruebas diagnósticas.
Su llegada al poder representa un hito en un país históricamente marcado por el machismo, aunque persisten las dudas sobre hasta qué punto será una verdadera promotora de los derechos de las mujeres.