En 1995, Pepsi puso en marcha una campaña promocional llamada “Drink Pepsi, Get Stuff”, donde comprando latas o botellas de Pepsi ganabas puntos que podías canjear por regalos. Se podía obtener una camiseta por 75 puntos, unas gafas de sol por 174 puntos, una chaqueta de cuero por 1.450 puntos, y un jet caza de combate por 7 millones de puntos Pepsi.
El departamento de marketing pensó que nadie podría reunir 7 millones de puntos, pues cada botella valía 1 o 2 puntos. Además, añadieron la posibilidad de usar dinero para sustituir algunos puntos. A partir de los 15 puntos Pepsi, podías comprarlos por 10 centavos de dólar el punto.
Un universitario llamado John Leonard hizo los cálculos: si el jet costaba 7 millones de puntos, a diez centavos el punto solo habría que entregar 15 puntos y 700.000 dólares, para conseguir un avión valorado en 30 millones de dólares.
Buscó inversores a los que les explicó el caso, y reunió el dinero. En 1996 Pepsi recibió una carta: 15 puntos Pepsi, un cheque de 700.000 dólares, 10 dólares para gastos de envío, y una petición: “Envíenme a casa mi avión de combate”.
La respuesta de Pepsi fue enviarle un buen puñado de puntos gratis y le dijo que no podían mandar el caza, porque era una broma. Incluso la Casa Blanca intervino, explicando que ningún civil podía tener un jet de combate, a menos que fuese desmilitarizado primero.
El veredicto causó una gran polémica, porque muchos expertos jurídicos coinciden en que Pepsi tendría que haber perdido el caso. Y al menos, pagar a John Leonard el equivalente al precio del avión de combate. Pero no fue así, y una vez más un gigante corporativo se salió con la suya.