Todo comenzó con una cuenta de Instagram donde los padres de Rohee, de Corea del Sur, comenzaron a subir contenido diario de la menor. Rápidamente, se viralizó y ella se convirtió en una influencer que tiene 1.4 millones de seguidores en esta red social.
Sus padres ya han recibido múltiples propuestas para que la menor forme parte de campañas publicitarias, es decir, el hecho de que sus fotos sean de libre uso podría ser en algún momento un incumplimiento de contrato.
En el caso de que los padres de Rohee decidieran registrar el nombre y cara de su hija de una forma legal, todas aquellas imágenes que circulen en redes sociales con el rostro de la niña sin permiso, podrían estar infringiendo las condiciones de uso.