Las palomas mensajeras han sido utilizadas desde hace varios siglos para enviar pequeñas misivas en distancias relativamente largas. Estas aves tienen una especie de brújula y reloj interno, se guían por su olfato y cerca de casa buscan puntos de referencia naturales y artificiales que ya conocen para orientarse. Toman rutas más eficientes si trabajan en pareja, lo que significa que son lo suficientemente inteligentes como para tomar una mejor ruta si otro compañero se la sugiere.
En largas distancias, las palomas mensajeras calculan la dirección hacia la que deben volar comparando la dirección del sol con su reloj interno. También tienen dos brújulas internas situadas cerca de la nariz y los ojos que les ayudan a calcular los campos magnéticos de la Tierra. Se guían también por ultrasonido, y las interrupciones de esta onda inaudible para el oído humano hacen que se despisten por momentos. Además, la topografía y las condiciones atmosféricas pueden afectar la forma en que las palomas escuchan, haciendo que se pierdan.