Las puertas de los aviones están diseñadas para quedarse bloqueadas por la alta presión dentro de la aeronave, siempre y cuando se trate de grandes aviones que alcanzan elevadas alturas y tienen una cabina presurizada. Cuando el avión cae a presiones inferiores es posible que se activen las rampas de evacuación (pero éstos probablemente serían arrancados por la fuerza del aire, que viaja a cientos de kilómetros por hora), posterior a esto, se da una pequeña caída en la presión de cabina, pero debido a la baja altitud del avión, probablemente ni siquiera se desplieguen las máscaras de oxígeno.
Los pasajeros no serían succionados por un vórtice, como se cree, eso es pura ciencia ficción. En realidad, dentro del avión todo se volvería muy ventoso, ruidoso y cada vez más frío (aunque la temperatura no bajaría de 0°C). Inmediatamente la cabina del piloto recibe una alarma y el mismo se vería forzado a ejecutar un descenso de emergencia. Por requisito, la aeronave debe ser capaz de volar y aterrizar de forma segura con una puerta abierta y que si se abre en pleno vuelo no se convierta en un peligro para los pasajeros. En caso de que la puerta se abriera sin ningún fundamento y sin la orden del personal a bordo, la persona podría enfrentar cargos legales.