Aunque las personas mayores también sudan, estas lo hacen en una proporción mucho menor a como le pasa, en comparación, a un adolescente o a un adulto joven. Con la edad, las glándulas sudoríparas se deterioran de manera natural y necesitan cada vez más de una mayor temperatura exterior para ponerse en funcionamiento. Esto es lo que hace que los ancianos suden menos.
A medida que envejecemos, la capa externa de la piel (epidermis) se adelgaza y las glándulas sebáceas producen menos aceite, causando pérdida de humedad, sequedad y picazón en la piel. Esto hace más evidente la sensación de que los ancianos no sudan.