El principal motivo por el que los huracanes llevan nombre de personas es para facilitar la comunicación, el pronóstico y el proceso de desalojo de las poblaciones en riesgo, en caso de que uno de estos fenómenos se dé cerca de una región habitada. Este método preventivo fue usado en el siglo XX por primera vez por el meteorólogo australiano Clement Lindley Wragge, quien usaba nombres femeninos, nombres de políticos que no le agradaban, o también nombres de la historia y la mitología para nombrar a los huracanes.
Antes de 1950, en Estados Unidos, los huracanes eran identificados por medio de latitudes y longitudes, pero este sistema era confuso cuando había más de dos huracanes ocurriendo uno cerca del otro. La práctica de nombrar sistemáticamente a las tormentas tropicales y huracanes fue iniciada por el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos, y más tarde esta tarea fue llevada a cabo por la Organización Meteorológica Mundial.