Todos los pueblos antiguos, pasando desde los babilonios y los egipcios, hasta los griegos y los romanos, sentían gran admiración por las estrellas, pues la posición de estas les servía, entre otras cosas, para orientarse y para medir el tiempo. Con el paso del tiempo, los primeros astrónomos de la era clásica trazaron líneas imaginarias entre las estrellas; con el objetivo de facilitar su reconocimiento. Esto dio origen a las constelaciones y posteriormente formaron parte de los doce signos del zodiaco.
No eran pocas las veces en las que los reyes consultaban a los astrólogos para saber qué mensajes habían entregado las estrellas durante el día de su nacimiento. Esta práctica gozaba de tanta credibilidad, que muchos gobernantes planeaban guerras basándose en los cuerpos celestes. Pues la idea de que los astros determinaban el destino de los hombres era de gran valor. Más tarde, durante la Edad Media, la consulta de los horóscopos fue prohibida por ser considerada hechicería. Sin embargo, después del Renacimiento, se retomó la lectura de los astros y con ello, el zodiaco.